1303/5. Pintura al fresco.
Capilla Scrovegni. Padua.
Giotto alcanzaría su máxima intensidad expresiva en los frescos de la capilla de la Arena de Padua (1304/05), levantada por Enrico Scrovegni quizá como acto de expiación por los pecados de su familia. En los tres registros superpuestos de la nave, con escenas de las vidas de santa Ana, de la Virgen y de Jesucristo, aparece plenamente conformado el lenguaje giottesco con toda su capacidad de síntesis, su búsqueda de la unidad espacial y de la claridad compositiva y la asombrosa corporeidad de sus figuras. Grupos como el de san Joaquín y santa Ana en el Abrazo ante la Puerta Dorada o figuras como el san José de la Natividad o el san Joaquín del Sueño (tan parecido a la escultura de Nicola Pisano) forman bloques cerrados de contornos simplificados. Los mantos, de pliegues amplios y monumentales, subrayan el efecto de masa. En ocasiones el mismo paisaje tiene como misión adicional reforzar el efecto plástico de las figuras o de las agrupaciones humanas.
Lo más difícil para un artista es encontrar una manera de presentar exactamente lo que quiere expresar y en la forma exacta en que lo concibe. Los artistas a menudo han buscado la ayuda de la tradición. Existían ya maneras de explicar historias conocidas y esto significaba que un pintor no siempre tenía que plantear de nuevo cada elemento por sí mismo en un cuadro. Por ejemplo, muchos pintores del siglo XIV representaban la conmovedora historia de Joaquín y Ana, los padres de la Virgen María. Habían envejecido sin tener hijos y ello les entristecía profundamente. Tras mucho sufrir y rezar, su deseo fue finalmente satisfecho. Un ángel se presentó a Joaquín mientras apacentaba el ganado y le anunció que sería padre; en el mismo momento, otro ángel comunicaba a Ana la noticia. Los dos ancianos, emocionados por la inesperada respuesta a sus oraciones, corrieron a encontrarse: Joaquín regresaba de las montañas y Ana salía apresuradamente de casa, y ambos se encontraron en la puerta de la ciudad. Este fue el feliz momento que los pintores elegían representar.
En la obra de Giotto esta escena convencional se nos muestra de una manera profunda y conmovedora. Las dos figuras principales no están situadas en el centro, pero las líneas de la composición dirigen nuestra mirada hacia el núcleo emotivo de la historia. Los protagonistas se besan dulcemente. La curva de su cálido abrazo, tan intenso que ambas figuras se funden en un único perfil, se repite con una mayor amplitud en el gran arco de la puerta de la ciudad a la derecha. También las formas arquitectónicas intensifican nuestra percepción del contenido de la escena.
Bibliografía
Alvarez Lopera, José, y Pita Andrade, José Manuel (1991), La Pintura: de la Prehistoria a Goya. Tomo 5 de la Historia del Arte. Barcelona. Carroggio S.A. de Ediciones.
Argan, G.C. (1987), Renacimiento y Barroco I. De Giotto a Leonardo da Vinci. Madrid. Akal.
Brandi, C. (1983), Giotto. Barcelona. Carroggio, S.A. de Ediciones.
Vigorelli, G. (1974), La obra pictórica completa de Giotto di Bondone. Barcelona. Noguer.
Woodford, Susan (1985), Cómo mirar un cuadro. Barcelona. Gustavo Gili. Pág. 104
Fuente: http://cv.uoc.edu
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