martes, 30 de agosto de 2011

Lorenzo Ghiberti: Sacrificio de Isaac.



1401. 45 x 38 cm. Bronce dorado.
Florencia.

El Quattrocento se abre en Florencia con una competición entre escultores: el concurso para la segunda puerta de bronce del Baptisterio (la primera, de Andrea Pisano, era de 1336). Participaron entre otros, Jacopo della Quercia, Lorenzo Ghiberti (de 23 años) y Filippo Brunelleschi (de 24 años). Los concursantes tenían que presentar una "historia", el sacrificio de Isaac, en relieve, en un cuarterón o compasso de bordes lobulados, como los de la puerta del Trecento.

"Tanto Ghiberti como Brunelleschi están por un retorno al antiguo y hacen gala de una cultura humanista e historicista, pero sus posiciones son, sin embargo, divergentes. Ghiberti muestra todos los elementos del relato bíblico: Isaac, Abraham, el altar, el ángel, el carnero, los criados, el asno, la montaña. Su cultura clásica le sugiere una referencia, el sacrificio de Ifigenia, y una interpretación alegórica del hecho histórico: la renuncia a los afectos personales en aras a la obediencia a un imperativo superior. No representa un drama, sino que evoca un antiguo rito sacrificial. Las figuras están vestidas a la antigua y el frontal del altar presenta un friso clásico: sabemos así que el hecho ha acaecido en un tiempo remoto y no tiene ya fuerza dramática. Isaac, en un bello acto de ofrecimiento, ostenta las proporciones perfectas del cuerpo desnudo; Abraham arquea su alta figura con un movimiento airoso. Con el fin de que la mirada pueda detenerse sobre la belleza de los particulares, la historia presenta un tiempo ralentizado: hay una amplia cesura entre el hecho principal y el secundario, entre la escena del sacrificio y los criados que se han quedado al pie del monte, y esta cesura viene marcada por la erecta cresta de roca que corta diagonalmente el campo y que sirve también de obstáculo que refleja y regula la iluminación de ambas partes. Esta transversal coordina también dos órbitas de movimiento: la larga curva falcada de Abraham y la opuesta, más breve e inversa, del cuello del asno. Estos ritmos de movimiento encuentran eco en las curvas del marco: el movimiento no se concentra en una acción, sino que se disipa en el espacio luminoso. De hecho, la acción está aún en suspenso: Abraham no ha asestado el golpe, el ángel está distante en el cielo, Isaac no está aterrado, el carnero está sobre la montaña.

La historia de Brunelleschi dura mucho menos. Los actos de las figuras son simultáneos y forman un único movimiento que gira en torno al fuerte resalte del cuerpo de Isaac. Las fuerzas se encuentran: toda la masa extendida del cuerpo de Abraham empuja a la mano que va a hundir el cuchillo, mientras que la otra mano vuelve brutalmente la cabeza de la víctima descubriendo su garganta indefensa. El busto de Isaac se dobla bajo el empuje, pero en las piernas aparece ya un punto de resistencia y de reacción. El ángel cae desde el cielo: su figura es una trayectoria tensa que termina en la mano que aferra la muñeca de Abraham, mientras que con la otra indica al carnero reacio. El choque de tres voluntades contrastadas se concentra en el número de las cabezas y de las manos en el vértice de un triángulo que rompe el ritmo de las curvas del marco. La base está formada por los criados y el asno, pero su carácter ajeno a la acción se intensifica aún más: el drama parte de cero y súbitamente alcanza su culmen. Ghiberti describe el espacio en una sucesión de planos y episodios; Brunelleschi lo construye mediante la simultaneidad de los movimientos, el equilibrio dinámico de su contraposición.

¿Cuál de los dos escultores es más natural? Ghiberti. Trata de que paisaje y figuras se encuentren proporcionados; estudia las exfoliaciones de la roca y las frondosidades de los árboles, hace correr la luz a lo largo de los planos y los puntos salientes, canaliza la sombra en los surcos de la forma. Brunelleschi ve poco o nada del paisaje: un trozo de roca lejano y convencional, un árbol que debería estar distante y a cuyo tronco se adhiere, sin embargo, un pliegue del manto de Abraham volado por el viento.

¿Cuál de los dos es el más estudioso de la antigüedad? Ghiberti. Evoca trajes antiguos, inserta ornamentos clásicos, reencuentra -quién sabe cómo- el gusto pictórico e incluso la cadencia poética de los relieves helenísticos. Brunelleschi se limita a citar, en la figura de uno de los criados, el motivo clásico del joven que se saca una espina del pie.

(...) ¿Cuál de los dos es más revolucionario? Brunelleschi sin duda alguna. El espacio de Ghiberti es un espacio natural en el que ocurre un cierto hecho. Brunelleschi elimina el espacio natural y hace el vacío; y en este vacío construye un espacio nuevo con los cuerpos, los gestos y la acción de los personajes." (Argan, G.C., ob., cit., pág. 113-114)

En los albores del Quattrocento, a pesar de la amenaza milanesa -que s desvanece en septiembre de 1402 a causa de la muerte de Gian Galeazzo Visconti, cuyas tropas se habían apoderado de Bolonia en junio- y a pesar de la devastadora peste de 1399-1400, Florencia disfruta de un mejoramiento en su situación económica. Lo demuestra el hecho de que se inicen y se reemprendan "grandes obras". En la catedral, se reactiva el proyecto de la cúpula, aprobado desde 1367. Se convoca en 1401 un concurso destinado a la creación de la Segunda puerta (puerta norte) para el Baptisterio. Cabe recordar que el encargo hecho en 1329 a Andrea Pisano aspiraba a superar a Pisa, la ciudad rival que se enorgullecía de la puerta de bronce que Bonnano Pisano había ejecutado para su catedral. En el concurso de 1401 se ponía de nuevo en marcha el programa iniciado con la puerta de Andrea Pisano, interrumpido a partir de 1348 por la Gran Peste y los tumultos políticos. La publicidad otorgada al proyecto pone de manifiesto la voluntad florentina de proclamar la capacidad y el genio inventivos de Florencia, su aptitud para abrirse a la "modernidad" y la seguridad con que se considera el "centro" de tal modernidad.

La importancia política y artística del concurso no fue ignorada por los contemporáneos. Acudieron a participar en él eximios artistas y parece ser que la decisión no fue tan unánime como el propio Ghiberti nos recuerda: vacilaron entre Ghiberti y Brunelleschi y se propuso asignar la ejecución a ambos, aunque Brunelleschi declinó participar en la ejecución. La indecisión de los expertos se comprende si pensamos que, de hecho, estaban tomando partido por dos vías de modernidad. Ghiberti ganó porque los expertos pensaron que poseía un dominio de la técnica más seguro que el de su rival: vació su formella de una sola vez, mientras que Brunelleschi soldó sobre una placa de bronce siete bloques fundidos por separado.

"Ghiberti supo conciliar mejor que Brunelleschi la composición de la historia y el marco de cuatro lóbulos. La escena se configura sobre dos planos donde se distribuyen los personajes modelados por Ghiberto aprovechando con habilidad la luminosa envoltura de las formas. Se aprecia una discreta pero elocuente evocación de la antigüedad en el torso de Isaac. Sin embargo, el cincelado elegante de los pliegues en los ropajes, las cabelleras y los rasgos de las caras revelan un inigualable oficio de orfebre y el conocimiento -demostrado asimismo por la intensidad "realista" de los elementos del paisaje- del arte "gótico" de las cortes transalpinas.

La descripción efectuada por Manetti acerca del panel de Brunelleschi nos transmite con fidelidad la tensión dramática que nace de las actitudes y los gestos: la vivacidad del ángel que sostiene el brazo de Abraham, la aterrorizada expresión de éste cuando aferra con violencia la cabeza de su hijo... No volverá a encontrase hasta mucho más tarde, en la pintura de Caravaggio, esta precisión en el gesto eficaz y salvaje. La dispersión de los personajes, los animales, los árboles y las rocas dentro de una disposición centrada en dos registros se ajusta a los "montajes" de temas que propone la pintura del Trecento y que se combinan asimismo en la pintura contemporánea de Brunelleschi. Enmascara la atención que se concede a la antigüedad y el gusto manifiesto de Brunelleschi por la experimentación y los escorzos contrapuestos, como el de la derecha, constituido por la figura que se quita la espina y el sirviente. El naturalismo austero y radical de Brunelleschi quizás dio una sensación de arcaísmo, mientras que Ghiberti puso de manifiesto una calidad técnica puesta al servicio del preciosismo decorativo indiscutiblemente moderno del arte cortesano." (Ceysson, B., ob., cit., pág. 21-11)

Bibliografía

Argan, Giulio Carlo (1987), Renacimiento y Barroco. Madrid. Akal. Vol. I. De Giotto a Leonardo da Vinci
Ceysson, Bernard; Bresc-Bautier, Geneviève; Fagiolo dell'Arco, Maurizio; Souchal, François (1996), La escultura. La tradición de la escultura antigua desde el siglo XV al XVIII. Barcelona. Carroggio S.A. de Ediciones
Bozal, V (y otros) (1992), La escultura. Tomo 2 de la Historia del Arte. Barcelona. Carroggio S.A. de Ediciones
FUENTE: http://cv.uoc.edu

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