martes, 20 de septiembre de 2011





Ver esta obra es una rica lección sobre lo que una pintura puede llegar a lograr. Su estructura formal es elaborada y precisa, y aún así Van der Weyden la ha utilizado con tanta creatividad y fluidez que en ningún momento se siente forzada.
El pequeño rectángulo en la parte superior cae sobre la sección áurea del ancho del rectángulo mayor. Una línea trazada a través de A/B y C/D crea los puntos E y F en su intersección con el lado superior del rectángulo principal. Las verticales que caen desde esos puntos forman los centros de dos de los círculos en la composición, y la intersección de esos dos círculos en G forma el centro de un tercero, y la línea central del rectángulo forma el centro de un cuarto círculo. Bien, podemos pensar que debe haber sido matemático. Pero, viendo la pintura, podemos sentir la estructura formando las figuras en el plano, y sin embargo, a pesar de ella, todo parece muy natural y flexible. Es creado y luego disimulado detrás del cuadro de modo que no resulta intrusivo: le da soporte sin distraernos.
W. Beckett - Historia de la Pintura.

El Descendimiento de la Cruz del Museo del Prado.

Con el Descendimiento de la Cruz del Museo del Prado, 1435,Rogier van der Weyden realizó su obra maestra y se impuso como la nueva autoridad indiscutible a imitar por los pintores de los Países Bajos.

Ficha técnica. El descendimiento de la Cruz, 1435. Museo del Prado. Óleo sobre tablas. Medidas 220 cm x 262 cm.

La obra era un tríptico cuyas ventanas laterales han desaparecido. Fue encargado por la gilda de los ballesteros de Lovaina para su capilla de Notre-Dame. Su inmenso prestigio, ya en su época, queda atestiguado por las numerosas copias que se hicieron de la obra (a más antigua data de 1443). En el siglo XVI la gobernadora de los Países Bajos, María de Hungría, adquirió la tabla para regalársela a su sobrino Felipe II. Se sabe que en 1574 ya estaba en el El Escorial.

Mira y escucha el siguiente vídeo hecho con imágenes en detalle del mismo y el sonido de la audioguía del Museo del Prado.

El realismo.

La pintura representa una extraordinaria mezcla de realismo y artificialidad. Las diez figuras, de tamaño casi natural, se sitúan como un retablo esculpido en una hornacina poco profunda. El suelo es realista, pero el fondo es dorado y sobre él se reflejan algunas sombras

El artista consigue crear una ilusión verosímil, especialmente efectiva en la parte superior de la pintura. La cabeza del sirviente está parcialmente escondida tras la cruz, pero extiende su brazo derecho para sostener los clavos que acaba de extraer del cuerpo de Cristo. Las tracerías de las esquinas y las sombras que proyectan sobre el madero hacen creíble el trampantojo.

Algunos tipos faciales, así como la volumetría escultórica de los cuerpos y el preciosismo de la representación de los paños, traen el recuerdo de Robert Campin, pero Van der Weyden lo supera sabiendo acentuar lo patético, para convertir el sentimiento de dolor en el tema principal de la representación.

El sentimiento dramático.

Las figuras están demasiado apretadas como para poder moverse o estirarse en este escenario angosto y eso es lo adecuado para que nada pueda distraernos de la contemplación de la tragedia. Se sirve de este espacio extremadamente comprimido para aumentar el dolor y la angustia experimentados por las figuras entrelazadas en sus retorcidas posturas. Las emociones están plasmadas con una claridad devastadora. María Magdalena retuerce sus manos, otra mujer se tapa los ojos porque no puede reprimir las lágrimas, mientras que la mayoría de los personajes, empalidecidos, simplemente miran al vacío desolados. La finalidad de cada gesto busca conmover y provocar la reflexión moral ante la muerte de Cristo.

La composición.

Contrariamente a la tradición, la composición se extiende a lo ancho, circunstancia que permite ya anunciar el tema de la Lamentación.

El cuerpo de Cristo sostenido por José de Arimatea y Nicodemo, se desliza hacia la derecha en una larga y sutil diagonal, mientras que el peso de los brazos y de la cabeza, que cae sin vida, dominan la parte central de la escena. Este movimiento es el mismo, aunque de otro modo, que el de la Virgen desvaneciéndose. La sostiene San Juan con la ayuda de una santa. Sus cuerpos dibujan otra diagonal paralela a la de Cristo. Los brazos y las manos de madre e hijo están a punto de tocarse repitiendo también postura.

Rogier Van der Weyden. Descendimiento. Geometría compositiva.

El conjunto de la composición está recorrido por un ritmo plástico que no tiene precedentes, cerrándose a modo de paréntesis con la inclinación de San Juan a la izquierda y la postura contraria de María Magdalena a la derecha.

Los detalles simbólicos.

A modo de reconocimiento a los ballesteros que le encargaron la obra, Van der Weyden pintó dos pequeñas ballestas en la tracería dorada de las esquinas de la pintura, aumentando así su carácter escultural. El cuerpo de Cristo también presenta la forma de una ballesta disparada.

La crucifixión tuvo lugar en el monte Calvario, "el lugar de la calavera", donde se decía según la tradición judaica que Adán fue enterrado. Esta el razón simbólica de introducir la calavera que vemos junto a la mano de la Virgen. Sirve para ubicar la escena y para resaltar el propósito del sacrificio de Cristo: redimir el pecado original cometido por Adán y Eva.

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