domingo, 2 de octubre de 2011

La Virgen con seis santos y el Duque de Montefeltro





La Virgen con seis santos y el Duque de Montefeltro, también llamada “Pala Brera”. Piero della Francesca.

Pinacoteca Brera (Milán).
1. Localización:Urbino fue la patria adoptiva de Piero della Francesca. El Duque Federico de Montefeltro le acogió en su Corte y, en 1472, le encargaba este cuadro votivo para celebrar el nacimiento de su hijo Guidobaldo. Representa a la Virgen en el interior de una capilla acompañada por ángeles y santos. A su derecha San Juan Bautista, San Bernardino de
Siena y San Jerónimo; y a su izquierda, San Francisco con una cruz de cristal, San Pedro Mártir y San Andrés. En primer plano, arrodillado, aparece el donante Federico de Montefeltro, mostrando su perfil izquierdo, debido a que había perdido el ojo derecho en un torneo.

2. Análisis formal:
Pintura al temple sobre tabla, resume el credo artístico de Piero della Francesca: modelar el ser humano mediante la fusión de luz y color, reducir la naturaleza a figuras geométricas y usar la perspectiva con rigor matemático. La crítica moderna le ha considerado por estos aspectos un precursor de Cézanne, saludándole como el primero de los pintores cubistas.

3. Comentario

El espacio arquitectónico donde se desarrolla la escena está inspirado en las obras del arquitecto Alberti, a quien conoció en Urbino. Respecto al huevo de avestruz suspendido del techo, que actúa de eje de simetría en la composición, ha sido interpretado como la Encarnación de Cristo.
Tras su aprendizaje florentino, Piero della Francesca se traslada a Urbino a partir de 1445, gobernada entonces por uno de aquellos tiranos renacentistas, crueles y despiadados por una parte, amantes del arte por la otra. En la corte de Federico de Montefeltro, hará el primer grupo de grandes obras de su producción, como el Políptico de la Virgen de la Misericordia, el Bautismo de Cristo y la Flagelación de Cristo. En estas, sus obras más antiguas, ya vemos las que van a ser con el tiempo las señas de identidad de su pintura. Las figuras están bañadas con una luz clara, diáfana e inmóvil, tan inmóvil como ellas mismas. Esta será una de sus grandes proezas: detener el tiempo en imágenes que parecen congeladas o petrificadas, pero capaces, a la vez, de transmitirnos una monumentalidad y majestuosidad insuperables. Sus figuras solemnes, parecen inaccesibles y distantes, ausentes de sentimientos y es eso lo que nos atrae y fascina de ellas. A propósito de esto escribe Berenson que "sus figuras se conforman con existir. Existen y nada más. No se preocupan de explicar, de justificar su presencia, de despertar la simpatía, el interés del espectador" y, sin embargo, o quizás por eso mismo, ejercen sobre nosotros un magnetismo poderoso que te atrae y atrapa, sin saber muy bien cómo, e incluso son capaces de producir una inmensa emoción en quien las contempla.





Es posible que esos rasgos tan característicos y singulares de las figuras de Piero della Francesca se expliquen por su forma de trabajar. Vasari, en sus célebres Vidas, cuenta que hacía sus figuras de arcilla, que luego tomaba como modelos para sus cuadros, y hasta es probable que creara efectos de luz artificial con una bujía.(http://lineaserpentinata.blogspot.com/
2009/03/piero-della-francesca-monarca-de-la.html)
Durante la estancia de Piero della Francesca en la Corte de Urbino realizó varias obras que se consideran cumbres en su producción: los retratos de Federico de Montefeltro y Battista Sforza, la Virgen de Senigallia, la Flagelación y esta Madonna con Niño, también conocida como Pala Montefeltro o Pala Brera, debido al museo donde se guarda actualmente procedente de la iglesia de san Bernardino de Urbino. Es una de las obras más populares del maestro y que más comentarios ha suscitado. La Virgen con el Niño dormido en una extraña postura se encuentra en el centro de la tabla, acompañada de tres santos a cada uno de los lados y cuatro ángeles tras ella.

En la zona de la izquierda apreciamos a san Juan Bautista, san Bernardino y san Jerónimo mientras que en la derecha se hallan un evangelista -identificado con dudas como san Juan- san Pedro Mártir y san Francisco. En primer plano, vestido con una armadura plateada -en la que los reflejos permiten contemplar una ventana- muy similar a la que encontramos en su Triunfo, se sitúa Federico de Montefeltro, duque de Urbino y uno de los principales clientes de Piero. La escena se desarrolla en un espacio dominado por arquitectura de marcado acento renacentista, especialmente la bóveda de cañón que se cierra con una cúpula en forma de concha de la que pende un huevo de avestruz. Los casetones decorados con elementos florales tienen un relieve considerable, creando el maestro la sensación de estar en un palacio más que en un espacio sagrado o celestial. La luz ilumina todas las figuras, reforzando su carácter escultórico y contribuyendo a la formación del espacio en la escena. También sirve para aumentar el efecto de autonomía de los personajes que aun estando muy unidos entre sí, cada uno se encuentra distante del compañero. Las figuras de los ángeles dirigiendo su mirada al espectador parecen buscar respuesta a los enigmas del cuadro, especialmente en cuanto a las diferentes interpretaciones que se han producido. En esta obra de Piero adquieren una importancia fundamental las joyas, el coral que pende del cuello del Niño, el oro y los diversos adornos, buscándose un significado simbólico. En aquellos momentos la perla se relacionaba con el agua del bautismo y el agua que manó del costado de Cristo durante la crucifixión, mientras que el coral protegía a los niños de los malos presagios y de los peligros, además de indicar la santidad virginal. Por lo que se refiere al huevo y la concha se interpretan como una alusión a la maternidad de Battista Sforza, quien se retiró a la villa de Gubbio para concebir con mayor facilidad un hijo, interviniendo milagrosamente san Ubaldo por lo que el niño se llamó Guidobaldo. El nacimiento se produce el 1 de enero de 1472 falleciendo Battista el 6 de julio del mismo año al no recuperarse del parto; además, el huevo era el símbolo del duque, relacionándose pues con su sucesión. También se han encontrado indicios de una referencia a la batalla de Volterra, victoria conseguida por Federico en 1472 por lo que aparecería arrodillado y con la armadura, exaltando su poder. Dejando de lado la simbología, parece claro que estamos ante una obra votiva, realizada por Piero para ofrenda del duque. Las figuras de los santos que se encuentran entre medias de sus compañeros se consideran añadidos posteriores, con la existencia de colaboradores en la obra, entre los que se menciona al español Pedro de Berruguete como el autor del rostro y de la armadura del duque. En la profusión de detalles podemos encontrar una referencia al mundo flamenco que Piero conoció en su estancia en la Corte de Urbino.
http://www.artehistoria.jcyl.es/genios/cuadros/4699.htm

Detalle de la arquitectura pintada, con la concha absidal y el huevo de avestruz.

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