miércoles, 2 de noviembre de 2011

E.Delacroix: La libertad guiando al pueblo




E.Delacroix: La libertad guiando al pueblo 
1830. 260 x 325 cm . Oleo sobre lienzo. 
Musée du Louvre, París. 


Para Delacroix, maestro de la "escuela romántica", la historia no es ejemplo ni guía de los actos humanos; es un drama que empezó con la humanidad y perdura hasta el presente. La historia contemporánea es lucha política por la libertad. "La libertad guando al pueblo" es el primer cuadro política en la historia de la pintura moderna: exalta la insurrección que, en julio de 1830, acabó con el terror blanco de la restaurada monarquía borbónica. En unas líneas dirigidas a su hermano el mes de octubre de aquel mismo año, Delacroix escribía: "He empezado un tema moderno, una barricada[...] y si no he luchado por la patria por lo menos pintaré para ella". Aunque la frase deja entrever una cierta justificación ante su pasividad hacia los acontecimientos políticos de su país, con La libertad guiando al pueblo dará testimonio de su adhesión a los ideales de libertad y justicia de aquellos años. 


La política de Delacroix y, en general, la de los románticos, no es clara. Revolucionario en 1830, Delacroix se muestra contrarrevolucionario en 1848, cuando la clase obrera se levanta contra la burguesía capitalista que la explota. Como todos los románticos se declara antiburgués; de hecho, arremete sólo contra la pequeña burguesía por su cortedad de miras, su mediocre cultura, su mal gusto, y su amor a la vida reposada; mientras tanto, frecuenta los salones y disfruta de los favores de les altas finanzas burguesas. En el cuadro que exalta aquellos días de julio hay un entusiasmo sincero y un significado político ambiguo. Para Delacroix y, en general, para todos los románticos, la libertad es la independencia nacional. En este cuadro, la mujer que lleva la bandera es, a la vez, la Libertad y Francia. Y quién lucha por la libertad?. Gente del pueblo e intelectuales burgueses; en nombre de la Libertad-Patria se sella la unión sagrada de los descamisados del pueblo con los señores del sombrero de copa.


No es un cuadro histórico, no representa un hecho ni una situación. No es un cuadro alegórico; de alegórico sólo tiene la figura de la Libertad-Patria. Es un cuadro realista que culmina con un colofón retórico (como a menuda ocurre con la prosa de Victor Hugo). Incluso la figura alegórica es una mezcla de realismo y retórica, una figura "ideal" que, para esta ocasión, se ha vestido con los harapos de la gente del pueblo y que, en vez de la espada simbólica, empuña un fusil reglamentario.


Respecto a su composición es fácil remontarse a la fuente: "La balsa de la Medusa" de Géricault. Al igual que el la balsa, el plano de base es inestable, hecho de vigas sueltas (la barricada); y desde esta inestabilidad nace y se desarrolla "in crescendo" el movimiento de la composición. Al igual que en la balsa, las figuras forman una masa que sube, que culmina en una figura que agita algo, en Géricault un trapo, aquí una bandera. Al igual que en la balsa, en primer término están los muertos caídos hacia atrás; coinciden, incluso, en algunos detalles atrozmente realistas: el pubis al descubierto de un cadáver, un calcetín caído de otro... Es también idéntica la manera de sostener y subrayar el gesto culminante, acompañándole, a derecha y a izquierda, con el brazo levantado de dos figuras.


Analizadas las analogías, pasemos a las diferencias: Delacroix invierte el esquema compositivo de la balsa. Invierte la posición de los dos muertos del primer plano y también la dirección del movimiento de las masas, que en la balsa va de delante hacia atrás, y n la libertad vienen hacia delante. Por qué este cambio en la dirección del movimiento? Esta inversión hace desaparecer todo lo que había de clásico en el cuadro de Géricault: ya no existe el luminismo de Caravaggio sobre los cuerpos muy modelados, casi como si fuesen de bronce, sino un perfilamiento de las figuras a contraluz sobre el fondo encendido y humeante; ya no encontramos la unión de los cuerpos entrelazados sino un aislamiento de las figuras principales. Y de la dureza ofensiva de las notas realistas no se sube a una solemnidad clásica, sino que se desciende a la caracterización social de las figuras para demostrar que niños, jóvenes, adultos, obreros, campesinos, intelectuales, soldados legitimistas y rebeldes son parte del pueblo y que a todos hermana la bandera tricolor. En la luz que abraza la escena, la luz hiere las formas a través de caminos diversos e inesperados, crea aureolas y difuminaciones que aumentan la sugestión emotiva.


Está claro que Delacroix no copió el esquema compositivo de Géricault por pereza mental, sino por la necesidad de corregirlo, Sentía que aquel esquema, a pesar de la novedad, conducía al pasado, al ideal clásico. Conservando su estructura, pero invirtiéndola, obligándola a servir de esqueleto a un lenguaje distinto, explícitamente moderno, imprime a la pintura francesa un impulso que la hace cambiar definitivamente de orientación. Es precisamente con el romanticismo de Delacroix cuando el arte deja de orientarse hacia lo que es antiguo y empieza a proponerse el hecho de ser de su tiempo.


Bibliografía


Argan, Giulio Carlo, (1975), El arte moderno.(Valencia: Fernando Torres ed., vol. I, pàg. 53-61
Clark, K. (1990), La rebelión romántica. Madrid. Alianza ed. Col. AF 93
DD.AA. (1963), Centenaire d'Eugène Delacroix. Catàleg de l'Exposició celebrada a la Grande Galerie del Museu del Louvre. Ministère d'État Affaires Culturelles. París
Honour, H. (1994), El romanticismo. Madrid. Alianza. Col. AF 20


http://cv.uoc.edu/~04_999_01_u07/percepcions/perc86.html

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