sábado, 19 de noviembre de 2011

Moulin de la Galette.


Auguste Renoir: Moulin de la Galette. 
1876. 131 x 175. Oleo sobre lienzo. 
Musée d'Orsay, París. 

El "Moulin de la Galette" situado en un Montmartre aún rural, era el centro de diversiones y de encuentro de muchos artistas, así como de jóvenes trabajadores que iban allí a buscar trabajo como modelos. Por esto, en esta obra, Renoir retrata, en la serie de personajes alrededor de la mesa y en la pareja que está bailando aislada a su izquierda, un conjunto de pintores y modelos que habían trabajado para él, y de esta manera convierte el cuadro en un documento "histórico" de la vida contemporánea de París. Así, la pareja que danza en primer plano, está compuesta por el pintor español Pedro Vidal de Solares y Cárdenas y la modelo Margot.

Su composición viene marcada por un gran círculo formado por el grupo principal, integrado en una estructura reticular que da solidez al conjunto, definida en la parte de arriba por los brazos de las lámparas que cuelgan del techo y por las formas arquitectónicas del fondo, destacadas en blanco. Cabe subrayar el típico tratamiento impresionista de la luz, con el juego de sombras azuladas, resultado de la aplicación de la ley de descomposición de la luz por los complementarios a la claridad amarillenta del sol, matizada por el verde de los árboles.

La técnica de Renoir consiste en la aplicación en trazos fundentes que, incluso en una reducida zona del lienzo, llegan a alcanzar el abanico espectral, el "arco iris". La pincelada se desenvuelve con gran libertad de acción, sin respetar los contornos del dibujo previo, de modo que los personajes adquieren una reverberación acorde con el ambiente luminoso que los envuelve. Los puntos de luz solar que se han filtrado por entre las hojas ponen acentos de extraordinario verismo en las figuras, vibrantes de color.

Renoir será el primero en desertar del grupo "impresionista" al rechazar un planteamiento común y al buscar el éxito en los Salons oficiales: "creo que hay que hacer la mejor pintura posible, eso es todo". Para él la pintura no es un medio, es un fin; el pintor trabaja con los colores como el poeta con las palabras. La naturaleza es un pretexto; el fin es el cuadro: un tejido denso, animado, rico, vibrante de notas coloristas sobre una superficie. Renoir pinta cuidadosamente, con pequeños toques y cada uno de ellos deja en la tela una nota cromática, lo más pura posible, precisa en el timbre que la aísla y en el tono que la une con las demás. La luz del cuadro no es la luz natural, emana y se difunde de las miríadas de notas de color. El espacio del cuadro no es la proyección en perspectiva del espacio real, tiene exactamente la extensión y la profundidad definidas por las gamas claras y brillantes de los colores. Las figuras no son más que apariencias engendradas por ese espacio y esa luz: no es el contenido el que engendra la forma sino la forma la que evoca un contenido.

El ideal ya no es la bella naturaleza sino la bella pintura.

Bibliografía

Argan, G.C. (1978), El arte moderno, 1770-1970. Valencia. Fernando Torres ed. Vol. 1, pág. 124
Herbert, R. (1989), El impresionismo. Arte, ocio y sociedad. Madrid. Alianza.
Renoir, J. (1962), Renoir, My Father. Londres. Collins.
Rewald, J. (1994), Historia del impresionismo. Barcelona. Seix Barral.

http://cv.uoc.edu/~04_999_01_u07/percepcions/perc92a.html

Uno de los templos del ocio parasino era Le Moulin de la Galette, un verdadero molino abandonado situado en la cima de Montmartre, el paraíso de la bohemia parisina habitado por artistas, literatos, prostitutas y obreros. Los domingos y festivos eran días de baile en Le Moulin, llenándose con la población que habitaba el barrio. Una orquesta amenizaba la danza mientras que alrededor de la pista se disponían mesas bajo los árboles para aprovechar la sombra. En su deseo de representar la vida moderna - elemento imprescindible para los impresionistas - Renoir inmortaliza este lugar en uno de los lienzos míticos del Impresionismo. Su principal interés - igual que en Desnudo al sol o El columpio - es representar a las diferentes figuras en un espacio ensombrecido con toques de luz, recurriendo a las tonalidades malvas para las sombras. 
En las mesas se sientan los pintores Lamy, Goeneutte y Georges Rivière junto a las hermanas Estelle y Jeanne y otras jóvenes del barrio de Montmartre. En el centro de la escena bailan Pedro Vidal, pintor cubano, junto a su amiga Margot; al fondo están los también pintores Cordey, Lestringuez, Gervex y Lhote. 
El efecto de multitud ha sido perfectamente logrado, recurriendo Renoir a dos perspectivas para la escena: el grupo del primer plano ha sido captado desde arriba mientras que las figuras que bailan al fondo se ven en una perspectiva frontal. Esta mezcla de perspectivas era muy del gusto de Degas, empleándola también otros artistas. La composición se organiza a través de una diagonal y en diferentes planos paralelos que se alejan, elementos clásicos que no olvida el pintor. Las figuras están ordenadas en dos círculos: el más compacto alrededor de la mesa y otro más abierto en torno a la pareja de bailarines. 
La sensación de ambiente se logra al difuminar las figuras, creando un efecto de aire alrededor de los personajes. La alegría que inunda la composición hace de esta obra una de las más impactantes no sólo de Renoir sino de todo el grupo, convirtiéndose en un testimonio de la vida en el París de finales del siglo XIX. El propio Renoir comentó que necesitó alquilar una mansión rodeada de un gran jardín en Montmartre para pintar el lienzo, lo que perjudicó su precaria economía. http://www.artehistoria.jcyl.es/genios/cuadros/3378.htm

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